"Nos encontramos otra vez aquí, sobre este escenario, para despedirnos del que ha sido nuestro colegio, el cual nuestros padres eligieron para que nos formáramos como personas y como adultos y esto no hubiera sido posible si no hubiéramos contado con la ayuda inestimable de los que han sido nuestros profesores, durante un periodo de unos 15 años.
Por ello, nos gustaría darles un pequeño obsequio que sirva para rememorar nuestro paso por el centro. Así, les pedimos que cuando oigan su nombre, suban a por este regalo que esperamos de todo corazón que les guste.
15 años, se dice pronto, pero esta cifra, aparentemente pequeña está, sin embargo, marcada por las dispares situaciones y recuerdos que nos han ocurrido y hemos vivido durante este periodo los que hoy nos encontramos aquí presentes. Mas; estas algunas vivencias, en ocasiones buenas y en ocasiones malas, que también las ha habido, no nos engañemos, permanecerán en nuestra memoria y nos permitirán recordar está etapa de nuestra vida, así como el lugar y los profesores que las hicieron posibles.
Nada de esto no hubiera sido posible si en nuestros primeros comienzo, no hubiera estado primero Teresa, luego Carmen y más tarde Rosa ¿quién sino nos habría enseñado a colorear sin salirnos de la línea, a contar hasta el cien o a leer las intrépidas aventuras que vivían las vocales y las consonantes?
Pero la buena vida duró poco, y enseguida abandonamos nuestro mini-feudo particular y avanzamos a un nivel superior; entramos en “el recreo de los mayores”. Nos preguntábamos que misterios albergaba ese vasto y desértico territorio, en el que para ir de punta a punta ya perdíamos medio recreo y el otro medio en volver.
Sin embargo, los enigmas de ese singular campo de batalla nos fueron revelados poco a poco y durante varios años por diversos profesores como, primero Sagrario y luego Alfonso, que nos recogieron por dos años cada uno y que contaban con la ayuda de Montse o José Andrés; sin olvidarnos de una de las muchas profesoras de inglés que hemos tenido, Olvido.
Así, una vez que tuvimos que abandonar el edificio “viejo”, ya conocíamos todos los intríngulis que desvelaba el recreo; ahora nos tocaba colonizar nuestro nueva base de aprendizaje, “el edificio nuevo”.
Poco recordábamos de él de cuando estuvimos cuando éramos pequeños; ahora que ya éramos mayores, pues ya teníamos 10 años, empezamos la conquista de ese rectangular edificio. Del susodicho, sólo conocíamos la “secretaria” y la señora, Yolanda, que estaba al mando. La habíamos visto, cuando nos mandaban a buscar algo y nosotros íbamos a preguntar y desde el mostrador esperábamos, inocentemente, a que nos dijera ¿qué queréis?.
Por eso, cuando llegamos a quinto de primaria, ya dominábamos la situación; y no tuvimos ningún problema en encontrar nuestra nueva clase; donde nos estaba esperando nuestra nueva profesora; Carmen Anchelergues. Ella, nos descubrió las primeras palabras en ese idioma raro que sólo ella entendía, el francés.
Además, no estaba sola en la ardua labor de dar las clases, sino que tenía la ayuda de Jesús Quintín o de Pilar Hernández, quienes nos revelaron los misterios de las manualidades, la música o esos símbolos desconocidos que después nos enteramos que significaban raíz cuadrada, como también nos inició en el camino del euro y en el de comprar cestas en Navidad o en el calcular el precio de las gangas en rebajas.
Pero esto duró dos años, y tras este bienio comenzó una etapa radicalmente distinta: la ESO. Este periodo, con nombre de pronombre demostrativo, cambió totalmente nuestras vidas; ya que, cuando se entra en la ESO, también se entra en eso, en la adolescencia, malamente llamada la “edad del pavo”. Y decimos malamente, porque eso era lo mejor; cuando hacías algo reprochable siempre teníamos la escusa de que estábamos en la edad del pavo, y como si de una gripe aviar tratara, obnubilaba nuestras ya no tan inocentes acciones.
Por esto, benditos aquellos que nos aguantaron durante aquellos revueltos años: Antonio Doñate nos intentó controlar con métodos altamente agotadores pero poco sofisticados, ya que copiar 500 veces la misma frase había que hacerlo a mano, no a ordenador; además, las copias eran como el acné, acumulables. También sabía como mandarnos callar Carmen López, en su idioma y a su manera, pero sabía como hacernos callar. Otras no nos hacían callar, nos hacían algo muuucho peor, dar vueltas y vueltas y vueltas al campo bajo el sol ¿acaso pensabas que teníamos complejo de peonza, Eva?.
Así, exhausto, tras dos años, se deshicieron de nosotros y tomo el relevo Mercedes, quien nos enseñó lo que realmente valen las palabras y cuántas de ellas se pueden dictar y copiar durante una hora. Hasta entonces, no creíamos posible que la mano alcanzara esas velocidades de crucero; ya que debías escribir deprisa si querías acabar de escribir en sus exámenes “todo lo que sepas” de todos los periodos habidos y por haber de la literatura. “Carpe Diem” decían en otras épocas; que razón tenía el celebérrimo tópico, “aprovecha-vive el momento”; y tanto que había que aprovecharlo, porque por rápido que fuésemos, siempre íbamos retrasados, ¡¡siempre!!.
Así que tuvimos que buscar nuestro particular “locus amoenus”, que resulto ser un lugar de influencia francesa. Ya no tendremos ningún problema cuando vayamos a Francia, ya que gracias a Araceli, sabremos qué clases de paté comprar, qué tipos de perfumes elegir o cuanto te cobran por una crep y café al lado de la torre Effiel.
Tampoco nos podemos olvidar que ese año nos dio clase la siempre predispuesta a ensañar Charo, que tan fácil nos daba desde Inglés, pasando por matemáticas o Historia hasta llegar a Cultura Clásica.
Y el último año de la ESO, pero acrecentado y acusado durante los últimos dos años de Bachiller, dio comienzo el inicio de la eterna guerra, el perpetua conflicto, la interminable batalla “Ciencias o Letras”.
Fueron años duros, en el que eras de un equipo o del otro, a pesar de haber clases comunes donde se firmaba un temporal “alto el fuego” o convivíamos mientras veíamos, durante varias semanas, las películas que nos podía Ester, y donde volvimos a ver, por decimoquinta vez Grease. Por un lado estaba el bando de las ciencias, capitaneado por un par más famoso que Mortaldelo Y Filemón; es decir, por el polivalente geólogo-biólogo-matemático-niñero Juan Diego y por el conspicuo Fernando, el cual tuvo la genial ocurrencia de dar nombre al otro bando “los letrillas”; todo sea porque nadie le tocaran sus valiosos protones.
Pero las agudamente llamadas letrillas resistieron duramente al invasor, porque nosotros teníamos nuestra arma secreta, una que valía literalmente por cuatro: Jesús Lacaba, ya que había días que lo veíamos durante la mitad de las clases, y eso, a la larga es mucho. Además, durante segundo de bachiller, llegó el arma definitiva de los de letras “la pizarra digital”, en la cual tan pronto buscabas obras de Miguel Ángel como observabas los bosques de coníferas con el Google Earth. Y todo personaje masculino, tiene su equivalente femenino, cosas de la, tan de moda, igualdad. Allí estaba la personificación de la “mano invisible” de la economía, Marisol, siempre dispuesta a explicar cualquier concepto, ya fuera el equilibrio mágico de la oferta y la demanda o los múltiples significados que puede tener una simple “q”.
Y en medio del conflicto se encontraba Pilar Pérez, que era como Suiza, siempre neutral y con una capacidad de controlar el dinero y las divisas nunca vistas; lo que hacen los números y las matemáticas; y muchas veces, sin calculadora. Siempre nos acordaremos del “fondo, sin fondo, común”, que nos permitió recorrer un pequeño pedazo de mundo, que nos dejó mil y una historia con acepto pragués y esencia búlgara.
Pero, no nos podemos olvidar de otros profesores que aunque no nos daban clase en persona, siempre estaban como los exámenes, ahí y de forma permanente; ya fuera César en el Comedor, para recordarte que debes comer toda la exquisita comida de la bandeja; o Che Luis con sus gafas de sol, bajo la sombrilla vigilando el colegio como si el patio fuera “Miami Beach”; o en nuestro intento frustrado de tener un saloncito donde tomar un café de máquina el cual esperábamos mientras Silvia, Beatriz, Lorena o Mamen se servían el suyo y oían nuestras profundas conversaciones de temas tan diversos como peculiares.
Por todo esto, para concluir queremos darles las gracias por todos estos años que hemos vivido juntos y que nos recuerden con el cariño que quieran, esperamos que mucho, y no nos olviden como nosotros no olvidaremos nuestro paso por el Colegio Antonio Machado."
Al final hice el discurso yo, con pequeñas aportaciones de otras personas, pero considero que es un discurso de todos, con un gran toque satírico-burlesco. Presentado por Alejandra y por mi, al final quedó bien, quitando el excesivo y violento aire que soplaba.
¿Qué os parece? Obviamente, el discurso, casi relato, está cargado de significado que sólo, como es normal, los que lo hemos vivido sabemos lo que realmente quiere decir.
Besicosss vestidos de gala. Ander
3 comentarios:
jajajaajaja eske tio es tremendo!!
Me encanta Ander!
MUY bueno!
Sólo hay una cosa que no se si has copiado mal, o es así:
"Nada de esto (no) hubiera sido posible",
Pero es una tontería, me ha gustado mucho, todo un escritor
Un saludoo!
Alberto A!
Gracias!!!!!, y puede que el fallo esté, de hecho me suena cuando lo leí pero no lo he cambiado xD. La verdad es que me gustó como quedó, me eché y nos echamos unas risas con el discurso jaja
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